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Ignacio Escolar |
La mayoría de las familias que son desahuciadas en España por
no poder pagar su hipoteca no lo cuentan. No se atrincheran para
aguantar ante la policía que llega con la cruel orden de desalojo. No
llaman al 15-M ni tampoco a las cámaras de televisión.
No se resisten ni luchan. "Les mienten a sus vecinos, les dicen que se
mudan a otro barrio o a otra ciudad, que les ha salido un trabajo fuera,
que ya escribirán", me cuenta un abogado que conoce de cerca esta
tragedia. "Piden al banco entregar las llaves en el juzgado o en la
sucursal para evitar que nadie más se entere. No quieren pasar por el
oprobio de que la gente les vea como fracasados. No quieren afrontar su
derrota".
Su reacción es humana y explica unas cuantas cosas. La principal:
cómo es posible que una sociedad con 350.000 desahucios en cuatro años
haya tardado tanto tiempo en darse cuenta de la magnitud de esta catástrofe. En los últimos meses, siempre según los datos del CGPJ, el número creció todavía más: ya son 517 desahucios de media al día,
algo más de 21 cada hora. Cada 167 segundos hay una familia en España
que tiene que abandonar su vivienda, envolver su vida en papel de
periódico, guardar sus ilusiones en cajas de cartón, meter su orgullo
entre plástico con burbujas y cerrar la puerta por última vez, sabiendo
que dejan atrás sus ahorros y su casa, pero que sus deudas se quedan.
Paréntesis asimétrico
Hace unos años, cuando empezó esta pesadilla, el entonces presidente de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán,
pidió «un paréntesis en el libre mercado» para afrontar la crisis. Sus
declaraciones provocaron la hilaridad general, pero con el tiempo su
deseo se ha cumplido. Las santas leyes del libre mercado se han
detenido, aunque de forma un tanto asimétrica: tras años de privatizar
los beneficios hemos socializado las pérdidas, pero no las de todos.
Hemos rescatado a la banca, a las autopistas e incluso a los fabricantes
de armas: Mariano Rajoy aprobó para el sector militar un crédito
extraordinario de 1.782 millones de euros hace unas semanas, dentro de
"los presupuestos más sociales de la historia". Solo en el 2010, el
sector financiero se llevó 87.497 millones de euros del dinero público:
el 99,59% de todas las ayudas contra la crisis de ese año. Y eso que el
verdadero rescate llega ahora.
Hay argumentos poderosos para
justificar el rescate a la banca: el mejor de ellos, que la alternativa
es aún peor. Sin embargo, no hay cínico capaz de argumentar que un
Estado que se dice democrático tenga océanos de dinero para salvar al
sector financiero pero no encuentre un par de cubos para rescatar a los
desahuciados. Si la banca es "sistémica", también tienen que serlo las
familias.
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