Article llegit a DIAGONAL
June Fernández |
En la sección de Economía
de un periódico generalista
cualquiera, el Eurogrupo
habla del
rescate a España y el ministro
Guindos defiende la viabilidad de las
cuentas públicas. Mucha gente nos
saltamos esas páginas porque sentimos
que no entendemos de economía
y que eso de la “confianza de los
inversores” es una marcianada que
nos pilla muy lejos, aunque sepamos
que está directamente ligada a nuestras
condiciones de vida. La ciudadanía
se cita de forma tangencial, y a
menudo sin darle voz: si acaso se
cuenta que el Plan E se olvidó de los
parados o que los jóvenes protestaron
en una conferencia del ministro.
Que la información económica se
limite a los mercados y la política
económica de los gobiernos está tan
normalizado como el monopolio del
fútbol en la información deportiva.
Los periódicos diluyen en el masculino
genérico de “los parados” y “los
jóvenes” a toda la población. Ese enfoque
androcéntrico no sólo tiende a
excluir a las mujeres en general, sino
a obviar las situaciones de discriminación
que afectan a tantas personas
(más aún si son mujeres) que no suelen
tener voz en los medios: discapacitadas,
pensionistas, migrantes,
trans, cuidadoras...
No es sólo que los medios hegemónicos
sigan invisibilizando a las
mujeres (representan sólo el 23% de
las personas citadas en las informaciones
y el 9% de fuentes expertas,
según el Monitoreo Global de
Medios de 2010), sino que lo asignado
a las mujeres no se contempla al
hablar de economía. El caso más claro
es el llamado trabajo reproductivo,
realizado mayoritariamente por
mujeres, ya sea sin sueldo ni reconocimiento
social, o en precario, sin derechos
laborales y expuestas a acoso
sexual, en el caso de las empleadas
domésticas y las cuidadoras.
La economía feminista nos explica
que los gobiernos –que se ahorran
una ingente cantidad de dinero gracias
a que las mujeres sostienen la
cadena global de cuidados de forma
no remunerada, o precaria y desregularizada–
aprovechan la excusa de
la crisis y el desmantelamiento del
Estado de bienestar para renunciar a
las escasas medidas de apoyo a las
situaciones de dependencia que habían
generado. Se da por hecho que
las mujeres vuelvan a asumir toda la
responsabilidad sobre los cuidados.
Pero además, en el imaginario social,
lejos de reconocer ese papel, se sigue
pensando que la economía depende
de las cotizaciones de esos trabajadores
nombrados siempre en masculino.
Y no se atribuye esa involución
al machismo, sino que se ve natural
que sea la que gana menos, la
que tiene un trabajo menos estable,
la que deje su empleo o reduzca jornada
para volcarse en la familia, como
si fuera casual que las mujeres se
encuentren peor posicionadas en el
mercado laboral.
Carencias en los medios críticos
Este proceso rara vez se analiza
en la prensa hegemónica: nunca
en las páginas de Economía y de
forma aislada y parcial en las páginas
de Sociedad de los medios
supuestamente progresistas. No
se explica que cotizar menos va a
abocar de nuevo a las mujeres a la
dependencia (e incluso violencia)
económica y a la pobreza, algo
que se agrava con la reforma de
las pensiones. Tampoco se habla
de la situación en la que quedan
las empleadas domésticas –la mayoría
sin contrato, la mayoría inmigrantes
sin papeles o que volverán
a la irregularidad, y se verán
además excluidas de la sanidad
pública y las ayudas sociales–
cuando las familias prescinden de
sus servicios.
Medios de izquierda crítica como
DIAGONAL se centran más en
las personas que en los mercados,
visibilizan las resistencias y las alternativas,
incluidas las feministas.
Pero desterrar el androcentrismo
de forma permanente, y no
sólo cuando toca hablar de género,
es un reto pendiente también
en la prensa alternativa.
No se trata
sólo de que la periodista feminista
de turno haga un reportaje
sobre cómo los recortes afectan a
las mujeres, sino que cuando se
hable de presupuestos públicos,
de medidas neoliberales o de alternativas
anticapitalistas, la economía
feminista se tenga en cuenta
y se reconozca como una herramienta
sólida para una comprensión
global de los procesos económicos
ligados a las relaciones de
poder en los espacios públicos y
en los privados, y como una propuesta
de referencia para articular
alternativas a los discursos y
prácticas capitalistas.
0 comentarios:
Publicar un comentario