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Vicenç Navarro |
Durante los Juegos Olímpicos pudimos oír
como la BBC presentaba con toda naturalidad a Gran Bretaña como un
Estado de varias naciones, Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y
Gales, que tienen sus propios derechos claramente diferenciados. Sería
impensable, sin embargo, que la televisión pública española diera un
informe semejante sobre España. Y sería también impensable que el
establishment español, basado en Madrid, admitiera que España es un
Estado de varias naciones, cada una con su pleno derecho de
autodeterminación, incluyendo su poder de escisión, si así lo desean,
como ocurre en Gran Bretaña con Escocia o en Canadá con Quebec. Lo
máximo que se llega a admitir es que España ya es, en realidad, un
Estado federal, pues el gasto de las autonomías es mayor que el gasto
gestionado por algunos Estados en un sistema federal.
Este argumento se repite una y otra
vez sin haber variado ni un ápice desde hace ya años. Y desde luego,
tales establishments tampoco reconocen que ellos mismos son
profundamente nacionalistas, lo cual es fácil de ver que lo son, pues
defienden una visión de España que niega la plurinacionalidad del
Estado, sometiendo todas las otras nacionalidades al Estado español, a
su cultura, idioma y comportamientos. En esta resistencia a la
plurinacionalidad no ven ninguna expresión de dominio. El hecho de que
los parlamentarios catalanes no puedan expresarse en catalán no lo ven
como una imposición de dominio cultural. Cualquier defensa de tal
plurinacionalidad es acusada de victimismo, de secesionismo, de falta de
internacionalismo o peor, para una persona de izquierdas, de falta de
solidaridad con el resto de España, asumiendo que tener un Estado
central es la condición necesaria para distribuir la riqueza. Tal
nacionalismo españolista se justifica así como garante de solidaridad,
confundiendo solidaridad con uniformidad. Por lo demás, las demandas por
parte de la gran mayoría de partidos políticos en Catalunya, excepto el
PP catalán, son definidas como el resultado de los deseos de la
burguesía catalana de expandir sus privilegios de clase a costa del
resto de España. Esta interpretación de los hechos está enormemente
generalizada y ha creado un sentimiento hostil hacia Catalunya que la
derecha española ha rentabilizado electoralmente, estimulando tal
sentimiento. Estos sentimientos aparecen también en sectores del
nacionalismo españolista dentro de las izquierdas, de las que he llegado
a oír que el entonces presidente Montilla o la dirigente socialista
Manuela de Madre, “estaban contaminados de nacionalismo”.
Y el establishment españolista,
basado en Madrid, considera un disparate indicar que tal establishment
esté explotando a Catalunya o a cualquier otra comunidad. El hecho de
que el sistema de transporte ferroviario sea enormemente radial,
centrado en su gran parte en Madrid, se considera lógico y razonable,
debido a la capitalidad de tal ciudad. Y el hecho de que se pueda ir de
Barcelona a Madrid en dos horas y media, y que conlleve más de seis
horas ir de Barcelona a Bilbao (que tiene la misma distancia), no se
reconoce como indicador de algo que es profundamente injusto.
Es esta actitud y estos argumentos
que han llevado a gran parte de Catalunya a un hartazgo y al deseo de
separarse de España. Tengo muchísimos amigos aquí en Catalunya que nunca
pensaron en separarse de España, y ahora lo están pensando y deseando.
Veamos.
1. Un socialista tiene que estar en
contra de cualquier tipo de explotación, sea ésta de clase, género, raza
o nación. Y dentro de España hay explotación de todo tipo, incluso de
nación. Ya sé que esto nunca (repito, nunca) un intelectual del
establishment madrileño, desde Fernando Savater al político José Bono y
muchos otros lo aceptará. Pero, mientras, repito, pueden ir de Madrid a
Barcelona en dos horas, pero para ir de Barcelona a Bilbao se necesitan
seis horas y cuarto. ¿Nunca han oído el dicho del presidente Aznar de
que el modelo ferroviario de España debería basarse en que cualquier
capital de provincia no estuviera más distante de Madrid que 4 horas?
2. Las personas que pagan impuestos
no viven en el vacío. Viven en territorios que necesitan servicios
públicos e infraestructuras. Esta frase que continuamente se utiliza de
que no son territorios pero individuos los que pagan impuestos, ignora
que los individuos viven en territorios cuyos recursos públicos se
financian por aportaciones individuales.
3. De ahí que sea lógico que desde
Catalunya se hable de que ésta, al ser más rica, aporte más recursos, lo
cual ninguna fuerza catalana ha cuestionado. La continua acusación que
se hace a Catalunya de ser insolidaria es otro insulto más entre otros
muchos que constantemente se hacen a Catalunya. El cuestionamiento de
solidaridad, por muy extraño que parezca, no es el tema que está
llevando a miles de catalanes a la calle. Que Catalunya, al ser más rica
que el promedio de España, aporte más al erario público del Estado
español que otras partes de España, por tener ciudadanos con más
recursos, no ha conllevado ninguna objeción por la gran mayoría de
partidos políticos catalanes. Ahora bien, los recursos que el Estado
catalán recoge, debe revertirlos en Catalunya, donde tales ciudadanos
viven, una vez se descuenta el pago de gastos comunes y la solidaridad
con otras partes de España. Y en esta devolución a Catalunya tiene que
incorporarse una variable más, el coste de vida, pues un pensionista
catalán recibiendo la misma pensión que un extremeño, tiene menos
capacidad adquisitiva, pues al ser el nivel de vida superior en
Catalunya que en Extremadura, el pensionista catalán sale perjudicado. Y
esto ocurre en muchas otras transferencias de gasto público. Recibir
igual no es lo más equitativo. Además, una nación como Catalunya tiene
la responsabilidad de garantizar la viabilidad y fortaleza de su lengua y
de su cultura, lo cual requiere dinero y capacidad de decisión. Si
Catalunya quiere permanecer como nación, debe considerar el catalán como
la lengua prioritaria, sin que ello implique ninguna minusvaloración
del idioma castellano, también patrimonio de Catalunya. Si ello no
ocurriera, la propia fortaleza del castellano diluiría la cultura
catalana hasta el punto de desaparecer (como ha ocurrido en Francia).
¿Es esto lo que desean los nacionalistas españoles? Me temo que algunos
sí. Y que tal posibilidad exista, el nacionalismo españolista lo ignora.
4. El nacionalismo españolista es el
más oprimente, pues es el que ha mandado y dominado el Estado español. Y
actualmente está enrocado en la Constitución, que se considera
erróneamente como reflejo de la voluntad de todos los españoles, sin
tener en cuenta el momento y contexto en que se aprobó. Un gran
desequilibrio de fuerzas explica la Transición inmodélica que creó una
Constitución que reproduce este nacionalismo, hasta el punto que prohíbe
por fuerza de las armas que Catalunya o el País Vasco pudieran
escindirse de España si así lo desearan. Y a esto no le llaman los
intelectuales en Madrid dominio y explotación. Por lo visto no se dan
cuenta de que una unión es oprimente si no se hace voluntariamente.
5. El Estado de las autonomías no es
un Estado federalista. Considerarlo como indicador a través del dato
del porcentaje del gasto estatal total que se consume y se gestiona en
una Comunidad Autónoma es un error metodológico notable, pues se
confunde descentralización con autogobierno. Catalunya puede tener el
80% del gasto sanitario pero tiene una capacidad decisoria limitada en
sanidad. Un tanto igual ocurre en educación. Como director de un
programa académico en la UPF, tengo que pedir permiso a Madrid, al
Ministerio de Educación, para cambiar una asignatura de mi programa.
Imposible en EEUU, un Estado federal. Es inimaginable que yo tenga que
llamar a Washington para pedir permiso para cambiar una asignatura de un
programa académico en la The Johns Hopkins University en Baltimore, en
el Estado de Maryland. En Barcelona, sin embargo, sí que tengo que
hacerlo, llamando a la capital del Reino.
6. La Transición inmodélica, ocurrió
en una situación excepcional, con gran dominio del proceso por parte de
las fuerzas conservadoras que dominaban al Estado, estableciendo un
Estado que es insatisfactorio para un número creciente de españoles. Su
gran retraso social y su falta de plurinacionalidad son un indicador de
ello. Y lo que está ocurriendo hoy en las calles de Barcelona (y también
en Madrid) es un ejemplo muy claro. La animosidad de gran parte de la
población catalana no es hacia España, sino hacia el establishment
español y hacia el Estado, lo cual está ocurriendo a lo largo del
territorio español. Se requiere un profundo cambio hacia el
establecimiento de una España heredera de su pasado republicano con un
Estado auténticamente democrático, social y plurinacional, en el que la
democracia representativa sea auténticamente proporcional y
auténticamente participativa en que las distintas naciones y regiones
puedan desarrollar referéndums sobre lo que desean, con una Constitución
en la que la unidad en el Estado sea voluntaria, libremente expresada,
sin ninguna imposición, y en el que la solidaridad se ejerce, entre
otros indicadores, por un pago contributivo según su riqueza, a un nivel
que permita el continuo desarrollo de todas las naciones, incluyendo
Catalunya, en que los órganos centrales estén distribuidos entre las
distintas naciones sin que exista una capitalidad que centralice el
poder del Estado. En EEUU, hay muchas agencias federales que están
ubicadas en varios estados.
7. El hecho de que la derecha
nacionalista catalana esté ahora intentando liderar el movimiento a
favor de la autodeterminación no quiere decir que tal derecha sea la
auténtica representante del movimiento. En realidad, en los momentos
difíciles en Catalunya, como durante la dictadura, fueron las izquierdas
las que, en una lucha heroica, defendieron más la identidad catalana,
como incluso el presidente Pujol reconoció en su día. La burguesía
catalana y la Iglesia catalana, incluyendo Montserrat, apoyaron el
fascismo. Tampoco es cierto que todos los que estamos apoyando el
derecho de autodeterminación estemos deseando la Secesión. Las encuestas
muestran que la mayoría de los ciudadanos en Catalunya que ya están
pidiendo el autogobierno no están pidiendo la Secesión. Lo que sí que
hay es un deseo mayoritario de que el Estado español no es el que se
desea, lo cual no quiere decir la rotura con España.
8. No hay duda de que el gobierno
CiU está utilizando tal movimiento para desviar la atención popular de
lo que en este momento debería ser central, es decir, el impacto en la
población de sus políticas neoliberales, llevadas a cabo con apoyo del
PP en el Parlament y en las Cortes, donde CiU apoya tales políticas.
Pero confundir esta realidad con la creciente fuerza de tal movimiento,
evaluándolo como una simple estrategia de CiU es un profundo error. Hoy
hay un hartazgo hacia el establishment español, basado en Madrid, que el
establishment político catalán está intentando utilizar. Pero también
el establishment españolista basado en Madrid lo está utilizando para
movilizar, una vez más, el anticatalanismo.
9. Muchos en Catalunya han
abandonado este proyecto de luchar por otra España, pues creen que
España nunca cambiará. Hoy son independentistas. Simpatizo con ellos.
Pero no quiero abandonar el proyecto de construir otra España, muy
distinta a la actual, que sea auténticamente democrática, justa y
plurinacional. Pero no es nada fácil, incluso también bastante agotador.
Las izquierdas españolas gobernantes a pesar de definirse como
federalistas, han hecho muy poco para desarrollar el federalismo. Ha
sido un indicador más de su excesivo conformismo.
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